|
South Town. El cráter de delincuencia más grande del mundo, estaba ahora peor que nunca. Tras la destrucción de la metrópolis del crimen, ahora sólo quedaba un villorrio cutre al estilo de los pueblos de las películas de Robert Rodriguez.
En efecto, el cañón Zero había hecho más que destruir a SNK y dejar sin trabajo fijo a Shinkiro. Donde antes se levantaran imponentes los rascacielos, ahora sólo se levantaban chamizos y demás casuchas. Geese, Mr. Big y toda la demás panda de alegres malhechores habían huído. Y entonces el reinado del pandillero había empezado.
Éste era el escenario al que ahora se enfrentaban nuestros heróicos héroes del Fatal Fury. Blue Mary andaba desaparecida, y había quién empezaba a sospechar que algún criminal habría entrado en su casa, la habría asesinado y se la habría dado de comer a Anton, el perro. No obstante, también corría el rumor de que se había unido a King y Mai en la ardua labor de abusar de Yuri a espaldas de Takuma. Malas lenguas. Suposiciones poco fiables. Todo esto tenía muy mosqueado a Terry, que se aburría demasiado sin la compañía de su rubia y bajita amiga detective.
En una triste pensión llamada "La Cucaracha" regentada por un mexicano, en una caliente habitación estaba Terry, el lobo solitario. Tenía la televisión a blanco y negro encendida en el canal 8, que retransmitía El Hombre Abeja. A Terry el programa se le hacía aburrido así que había quitado el sonido, pero los ojos los mantenía fijos en las imágenes.
"No me puedo pasar la vida partiéndole el hocico a cualquier mequetrefe de South Town que quiera bronca", se decía a sí mismo Terry mientras se rascaba la cabeza. Se quitó la gorra, se cubrió la cara con ella e inhaló.
Y empezó a toser. "Corchicaray", dijo, en cuanto recuperó el aliento, "es cierto, esta gorra apesta". No obstante, como prudente luchador, no se fiaba de su primera impresión. Los sentidos son engañosos. Volvió a inhalar... y el resultado fue el mismo.
"Corchicaray", repitió, en cuanto recuperó el aliento, "es cierto, esta gorra apesta".
Luego se empezó a meter el dedo índice en la fosa derecha de la americana nariz mientras pensaba. "¡Me falta un enemigo!", saltó de repente, con un moco pegado en el dedo. "¡Eso es lo que me falta, un enemigo!" Terry acababa de darse cuenta que su tedio realmente había empezado tras la muerte (aparente) de Geese Howard. Ahora Terry cuidaba de Rock, el hijo de su archienemigo. ’Tutela’ era la palabra que Terry empleaba para referirse a tener muerto de asco a Rock por ahí y de vez en cuando meterle una paliza para que no se olvidara de quién mandaba. Un poco como lo de Batman y Robin, ya me entendéis, pero sin bat-cinturones y esas cosas.
La antigua rivalidad entre Bogards y Howards debía mantenerse a toda costa, esa era la conclusión a la que el meditabundo Terry había llegado él solito (bueno, con un moco en el dedo). A pesar de ser el mentor y supuesto tutor del joven Rock, tendría que ver de qué manera podía darle la vuelta al asunto y convertir al maltratado amigo en enemigo...
| |
